Cuando algo muere, algo nace... asi funciona este ciclo inevitable: El colectivo es eterno; el individuo, mortal.

viernes, 29 de marzo de 2013

Buena Nueva



 Querido lector. Es cierto que la experiencia es la mejor maestra, si bien siempre se ha dicho que una de las cosas que nos caracteriza como seres humanos es que somos capaces de aprender. Aprender no solo de nuestra experiencia, sino en menor o mayor medida de la experiencia de los demás.

Lo cierto es que hoy me levanté de la cama sintiéndome profundamente afortunado. Afortunado por la vida que llevo, que si bien no es la mejor nadie suele reparar en las cosas bellas que tiene.

¿Qué me falta? Nada. Hoy puedo decir que después de meditarlo profundamente a día de hoy me siento feliz. Con mis mas y mis menos, pero ea, profundamente feliz. Feliz de ser quien soy, feliz de estar con quien estoy (aunque evidentemente tenemos nuestras diferencias), y feliz de como llevo mi vida. Dentro de un año y medio (quizá algo más, nunca se sabe) acabaré la carrera. Recuerdo con nostalgia los momentos aquellos en que solía decirle a la gente que era (o iba a ser) Veterinario. Apenas acababa de empezar esto, y sin embargo hoy queda todo aquello tan distante...

Puedo casi contar las asignaturas que me quedan con apenas mis dos manos, y es cierto que tengo asignaturas fuertes aún por sacar (Cirugía, Médica, Producción...), pero la vida me ha enseñado que el mayor enemigo somos nosotros mismos. Somos nosotros los que convertimos una simple asignatura en un monstruo, los que agarramos un campo de molinos de viento y lo transformamos en un ejército de gigantes. Los monstruos no existen, salvo los que nosotros mismos creamos. La fuerza del miedo.

Y hablando de mi futura esposa, puedo decir que la amo. Hace muchas cosas que odio profundamente, pero su dulce voz me transporta al paraíso (cuando quiere usarla). Y su cara redondita y sus ojos plateados como el reflejo de la luna en un estanque son algo cuyo hechizo jamás he olvidado, en los dos años que llevamos juntos aún acuden a rescatarme cuando me sumo en oscuros terrores nocturnos o sueños bizarros. No he olvidado los motivos por los que pasé de probarla a quedármela. No he olvidado aquellos nexos que se ciñen profundamente a mi corazón, esas cosas con las que aún de vez en cuando me obsequia. No mucho últimamente, pero las relaciones avanzan.

¿Cosas que detesto? Bueno podría decir muchas, empezando por sus manos (o mejor dicho la manera en que se las mutila en un intento por arrancarse pieles molestas para ella) y terminando por el tipo de fuerza de voluntad tan peculiar que tiene, nada férrea como la que yo solía tener, sino más bien una fuerza de voluntad que tiende a venirse abajo de repente y dejar todo a medias.

Pero la quiero. Mucho. La vida me ha enseñado que no es a una persona perfecta a la que debo buscar, sino a una persona que sea capaz de transformar, aunque sólo sea una vez, mi mundo en un lugar donde pueda ver la luz del sol a través de la tormenta. Eso ya lo ha hecho algunos días, me gustaría que fuesen más claro que si, pero depende de ella. No soy quien para obligarla.

También se dice que las cosas más bellas no se ven con los ojos, sino que se sienten con el corazón. Si bien es cierto que hace mucho que no pruebo uno de esos besos delicados y afectuosos que solíamos darnos en la plaza de San Jorge. Besos lentos, eternos. Momentos en los que sentía la miel. Por desgracia hace tiempo que dejé de ver aquello, y ese entre otros detalles puede que sea el causante de que a veces no me encuentre a gusto. Son los detalles los que hacen la relación, no la rutina diaria. Y es que el amor verdadero es como un cuadro impresionista: Compuesto de pinceladas, de acertadas pinceladas que te sumen en un trance paradisíaco durante toda tu vida.

Pero mi madre me enseño que hay que tener paciencia. Ella estuvo en el quirófano más de una semana esperando darme a luz de manera natural, hasta que los médicos decidieron que era necesaria una cesárea. Eso es un ejemplo claro de que lo bueno se hace esperar.


Y, cabe decir que lo que una vez fue puede volver a ser, y si bien ahora estamos sumidos en la rutina llegará el día en que esto vuelva a tener momentos bellos... o se destruya, aunque espero que no.